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En tiempos de crisis: ¿terapia on-line?

Ph. D Patricia Castillo Gallardo

Psicoanálista y Directora de Clinicapsi

La terapia es un proceso que se crea a través del encuentro entre dos personas y sus respectivas preguntas y dolores. Una de esas personas es el denominado paciente (analizante) y el otro es el llamado terapeuta (analista). Aquello que permite que dicho espacio se instale es lo mismo tanto en el espacio presencial como en el espacio virtual: que exista una pregunta viva en quien encarna la posición de paciente y el deseo de saber, sobre esa pregunta, que sostiene un terapeuta. En este punto no hay diferencia. El proceso de búsqueda conjunta, interpretación, resemantización, puntuación y confrontación de lo que el paciente dice pero no sabe, de sí mismo, es algo que puede desarrollarse en cualquier soporte, inclusive mediante un intercambio epistolar/escrito. Por lo que el análisis de decires tiene la virtud de crear un espacio capaz de ser virtuoso y creativo en distintos escenarios, no solo el clínico.

Ahora bien, eso no es lo único que ocurre en un espacio terapéutico, de serlo querría decir que nuestro trabajo puede prescindir de los otros lenguajes con los que se manifiesta también la ternura y que es, en mi opinión, finalmente la que acompaña/sana. El análisis de los fundamentos racionales de nuestras acciones o de ¿porqué hacemos lo que hacemos? no es más que una parte muy pequeña de lo que nos permite construir una relación en la que abrazar la fragilidad, la falta de respuestas, lo que duele, sobre lo que se está en duelo y ello solo a veces es posible tocarlo con las palabras, es decir, con interpretaciones, confrontaciones y/o distinciones pues de algún modo es algo que el analista tampoco sabe mucho poner en ese registro. Ahí es cuando hay algo del cuerpo y de los afectos que hospeda el padecer y lo arranca de la soledad para acompañar en silencio.

Entonces ¿la terapia on-line es posible? Sin duda, pero no es más fácil sino al contrario, requiere de una escucha que vaya más allá de la búsqueda de las razones y/o justificaciones para los sentires de un paciente y, sobre todo, de un esfuerzo adicional de los analistas por transmitir en la virtualidad, las marcas de su presencia ahí, en tanto cuerpo que existe y es capaz de hospedar y ofrecer su propia experiencia atravesando los caminos de la incertidumbre y ello a veces implica silencio. Silencio al cual aún no se habitúan los telepacientes.

Así mismo, la teleterapia, requiere del propio paciente un esfuerzo adicional para encontrar un espacio físico, un horario y calma suficiente para re-crear condiciones seguras para hablar y que aquellos aspectos frágiles de las biografías puedan circular sin tanta censura. Incluso más que eso, condiciones seguras para escuchar lo que se está diciendo cuando se habla en terapia, lo que se quiso decir y lo que quedó por fuera de las palabras. 

Construir todas estas condiciones no es un esfuerzo menor y quizás sea por eso que los psicólogos clínicos, que se comprometen con su ejercicio, están más agotados en estos días de teletrabajo. De algún modo, nos cae el peso de un trabajo que es también con el cuerpo, aunque no se note. Y ahora esa renovada conciencia sobre nuestro hacer dará paso a otras preguntas que debemos enfrentar, por ejemplo: ¿cuánto tiempo podemos sostener estos procesos virtuales? Yo me atrevería a decir que, si esto se realiza seriamente, probablemente toda la vida. Pero sin olvidar que el encuadre es también parte de la terapia y por ello su transformación no es sin consecuencias… aunque quizás, en lo que se refiere a la descentralización de los profesionales, sean consecuencias sobre todo positivas.

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