Escuchar el silencio del cuerpo
(…) Reticentes a arriesgar en la palabra si es que esta no es una inversión que garantice ganancias (idealmente, inmediatas); Yoes muy idénticos a “sí mismos” cuyo proyecto individual supera toda posibilidad de lazo; con formas de hablar que no pueden encerrarse en un tipo diagnóstico específico, ni son reductibles a una estructura psíquica determinada: funcionamientos propios de la subjetividad de nuestra época, en los que el cuerpo, muchas veces, queda inerme frente a la alienación.
Si bien siempre han existido discursos normativos en torno al cuerpo y la sexualidad, hoy es muy difícil darles una vuelta emancipadora pues, en algunos casos, estos se nos presentan en el mercado con un semblante de libertad y empoderamiento. Así la palabra también puede perder sentido y reproducirse de escena en escena vaciada de contenido simbólico.
Sin embargo, el cuerpo, la sustancia, no cede del todo al aplanamiento higienista que parece ser la norma en nuestros días. Y eso me parece un buen pronóstico.
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