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El hombre de los lobos. La sexualidad infantil perversa y polimorfa

En la intimidad de la consulta, un niño juega a la guerra. Ataques, peleas, espadas afiladas, disparos; un campo de batalla donde el placer del juego es ese ataque excitante. Otro niño es un pirata; la batalla, esta vez, transcurre en el mar, con un tiburón de dientes afilados luchando contra una ballena gigante que amenaza con devorarlos a todos. Una niña quiere hacer una “manualidad”; recorta y recorta, el placer está allí en el juego del recorte, en la tijera que separa papeles de colores en múltiples pedacitos desparramados.

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