
Metapsicologia de la adolescencia
Edipo, filiación y duelo en la adolescencia- Verónica Buchanan
En esta clase, Verónica propuso una reflexión profunda sobre los desafíos actuales de la adolescencia, enfocándose en cómo ciertas dificultades estructurales impiden que los jóvenes puedan elaborar dos duelos fundamentales para la constitución de su subjetividad: el duelo por el otro como garante de la continuidad de la existencia, y el duelo por el objeto de amor en el complejo de Edipo.
Comenzó planteando que la adolescencia siempre fue, en algún sentido, una figura monstruosa para la cultura: un tiempo vital difícil de asimilar, que interroga y desestabiliza los proyectos adultos. Sin embargo, advirtió que el contexto actual añade obstáculos específicos: vivimos en una época que propone un ideal de adolescencia eterna —ligada al consumo y la inmediatez— y que, paradójicamente, rechaza que los jóvenes hagan una experiencia real de crecimiento, transformación y trabajo psíquico.
Verónica distinguió dos tipos de duelos. El primero, más primitivo, es el duelo por el “otro de los primeros cuidados”, ese otro materno que garantiza la continuidad de la existencia en los inicios de la vida. Elaborarlo supone aceptar que ese otro nunca fue total ni omnipotente, que siempre hubo una falta. El fracaso en esta tarea deja a muchos adolescentes atrapados en angustias masivas, fantasías de devoración, inhibiciones graves y vivencias paranoides. Narró casos clínicos donde los adolescentes, lejos de hacer conflicto con el deseo, experimentan más bien un terror a la transformación del cuerpo, un miedo hipocondríaco al daño, o una necesidad extrema de sostén sin mediaciones simbólicas.
El segundo duelo es el que tiene lugar en el campo edípico: la pérdida del objeto de amor infantil y la inscripción de la castración como condición de existencia. A diferencia del primero, este duelo habilita la formación del síntoma neurótico como modo de hacer lazo con el otro y con la realidad, permitiendo el conflicto y la elaboración del deseo.
En un recorrido que combinó teoría y clínica, Verónica mostró cómo muchos síntomas actuales —como la inhibición de la sexualidad, la parálisis frente al tiempo vital, o la dificultad para separarse de los padres— no provienen directamente de conflictos edípicos, sino de una falla más temprana en el trabajo de separación e individuación.
La clase derivó también en un análisis colectivo sobre las transformaciones culturales contemporáneas. Se discutió cómo la hiperpresencia parental, el control constante (como el uso de aplicaciones de geolocalización) y la reducción de los espacios sociales de autonomía infantil han deteriorado la posibilidad de internalizar objetos buenos. Sin estos, el mundo se vuelve un lugar amenazante y la realidad psíquica tiende a organizarse de manera paranoica.
Verónica cerró recordando que, en la clínica, el desafío no es simplemente sostener o contener, sino encontrar la manera de introducir cortes que permitan el drenaje del dolor, la constitución de un conflicto subjetivo y, con ello, la posibilidad de vivir. La salida no está en la expulsión ni en la entrega pasiva al sufrimiento, sino en construir, aun en las condiciones más difíciles, un espacio donde la existencia pueda sostenerse en el lazo con otro.